martes, 15 de octubre de 2013

A MI NO ME ABOCHORNAN

  
   Todavía resuenan los ecos desabridos de la polémica generada por las activistas de FEMEN que protestaron, con los senos desnudos, durante la intervención del Ministro de Justicia en el Congreso.

   Durante días hemos podido escuchar todo tipo de argumentos según viniesen de uno u otro margen político. Muchos de ellos descalificadores y emitidos muy en caliente como el de que atentaban contra la democracia. Otros señalaban que para protestar no hacía falta desnudarse. Incluso hubo un varón que propuso que la próxima vez se desnuden de cintura para abajo. Una mujer dijo que se sentía abochornada.

   Precisamente todos estos argumentos provenían de la derecha.

   Pero, a mi juicio, ninguno de ellos resiste al más somero análisis. Es frecuente oír y leer que en los países musulmanes se ataca la libertad de la mujer  imponiendo su vestimenta (velo, chador, burka). Conocemos que esta imposición no es arbitraria y casual sino que obedece a una finalidad; esta no es otra que restringir su libertad, someterla a los designios del varón y del poder patriarcal y para ello necesitan Códigos de Familia estrictos. Más no podrían aplicarlos de modo satisfactorio y con rapidez si antes las mujeres no están concienciadas de que así debe ser. Por ello precisan medidas que vayan habituando a la mujer a someterse, a que incorpore su indefensión como normal, proveniente de las leyes de la naturaleza, y estas medidas -fáciles de aplicar y muy efectivas para lograr objetivos futuros- son la regulación de su vestimenta y de su comportamiento en el espacio público.

   A nosotros, occidentales y europeos, no nos gustan porque restringen la libertad de la mujer, decimos. Y porque le impiden el uso y disfrute del espacio público en igualdad de condiciones con otros ciudadanos. Y en esto coincidimos tanto los de derechas como los de izquierdas.

   Pero, si por casualidad, nuestras mujeres y conciudadanas deciden hacer uso de esa misma libertad que tanto deseamos para las musulmanas vistiéndose como quieran - o desvistiéndose- entonces...también atentan contra la democracia. Nada menos! Además de tan grave crimen avergüenzan a la población, no saben protestar y violentan utilizando su cuerpo como instrumento. Incluso podrían enseñar un poquito más...ya puestas a ser instrumento.

   Mientras, nada se dice de la verdadera utilización del cuerpo femenino, la comercial, tanto en la publicidad como en la prostitución. Mercados ambos que generan ingentes beneficios que, por supuesto, no van a parar a manos de sus propietarias. No sé de ninguna propuesta de norma en nuestro parlamento para prohibir la prostitución que, es preciso recordar, en nuestro país es alegal. Con el contenido que tiene algo que ni es legal ni es ilegal.

   Tampoco se señala que en la misma sede parlamentaria tuvo lugar la defensa de la nueva ley del aborto que restringe gravemente la libertad de las mujeres, que se entromete en su cuerpo, en su mente y en su salud sexual y reproductiva. Que impone la visión del varón patriarca sobre el cuerpo femenino. Eso que, dicen, solo pasa en los países musulmanes. Es decir: la utilización ideológica del cuerpo de la mujer por parte de la sociedad.

   Aunque como no todo iba a ser malo, cada año las mujeres podemos disfrutar del sol y del mar en topless, o sea, con los pechos al aire. En estas ocasiones nadie se rasga las vestiduras, no abochornamos a nadie, no atentamos contra la democracia, etc. ¿No les resulta extrañoA mí, mucho. Me he puesto a pensar y tengo una conclusión.

   Y es esta: si no molestamos cuando tomamos el sol en topless es porque ellos, los varones, aprueban que ese comportamiento se produzca en ese espacio y en ese tiempo; disfrutan de algún modo con su ocurrencia. Y ¿ no es esto, precisamente, lo que ocurre en los países musulmanes que los varones tienen la potestad de decidir donde, como y cuando se visten o no las mujeres de sus sociedades?

   Ya ven, el patriarcado es patriarcado aquí y allí. Y en todos los lugares marca nuestra vestimenta, moral sexual y comportamiento en el espacio público.

   

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