Donde el deseo viaja en ascensores
Un agujero queda para mí
Que me dejo la vida en sus
rincones
Pongamos que hablo de Madrid
Cuando la muerte venga a
visitarme
Que me lleven al sur donde nací
Aquí no queda sitio para nadie
Pongamos que hablo de Madrid
Estos dos versos de la canción compuesta por Joaquín Sabina, titulada
Pongamos que hablo de Madrid, bien pueden servir para contextualizar los
últimos acontecimientos políticos ocurridos en el PSM y su impacto en los votantes,
simpatizantes y ciudadanía.
Comencé a escribir este pequeño texto
hace un tiempo, recién finalizado el proceso de elección del candidato a las
elecciones autonómicas de la
CAM. Lo dejé, incapaz de escribir palabras que no fueran
amargas. Hoy, muchos días después, la frustración y amargura continúan. Los
acontecimientos se han ido precipitando ¡ y de qué manera! haciendo que una
sensación de desvalimiento se haya instalado definitivamente. Y temo no ser la
única!
La celebración de las primarias cerradas, ha demostrado ser el síntoma
de algo mucho más profundo existente en la organización. Una serie de
despropósitos a los que hay que poner coto, cerrar y actuar para que se
reproduzcan en el futuro. Además, se ha revelado como un buen catalizador de
estados de ánimo de simpatizantes y ciudadanos. Que también se sienten
desvalidos.
Una vez instalado el catalizador la ristra de acontecimientos adversos
ha continuado. El asunto de las tarjetas black de Caja Madrid donde tantos
miembros del PSM y sindicatos estaban implicados. Algunos de ellos se permitían
-en las reuniones del Comité Regional del PSM- aleccionar sobre cómo y cuánto
ser socialista. A uno de ellos le recuerdo repitiendo desde el estrado que el partido para
él era lo primero, que como militantes nos debíamos a lo que dijera el partido,
que no podía llevarse la contraria ni criticarse lo que de él emanase. Todo
un juego win-win con el que este sujeto mataba dos pájaros de un tiro: el
partido le proporcionaba la regalía de Caja Madrid con sus tarjetas black y exigiendo
tal actitud a sus compañeros, evitaba que se hurgase en lo que, realmente,
ocurría.
Lo de Caja Madrid viene de lejos. Ya en tiempos de Rubalcaba se pidió
por parte de muchos militantes la apertura de una comisión de investigación en
el Congreso sobre el asunto de las preferentes sin que se lograse acuerdo entre
las fuerzas políticas. Uno de los problemas, y no menor, era que en Caja Madrid
pasaba lo que pasaba y se
sabía, pero no convenía que se descubriese. Porque el partido tenía a sus
representantes allí, gentes muy afines a quienes detentaban del poder. Silencio
total. Por eso ahora indigna tanto que los representantes del partido al que
nos debemos y al que no conviene criticar gastasen dinero de los
impositores, a manos llenas y sin ningún tipo de control mientras los
ciudadanos pasan hambre y estrecheces.
El asunto de la corrupción política con la detención de alcaldes y
funcionarios que también ha salpicado al partido -a través del alcalde de Parla-
ha sido la gota que colmó el vaso de la paciencia de la militancia. Por muchas
razones. Por tratarse, según la policía, de una red dedicada a robar dinero de
los propios ayuntamientos de forma directa (sin mordida), porque ocurre en una
ciudad en la que muchos de los servicios han sido externalizados (eufemismo que
encubre la privatización) con un alcalde socialista, porque hace años que el
Tribunal de Cuentas no aprueba la cuenta de ese ayuntamiento (mala señal),
porque en ella ejerció como alcalde el actual líder del partido en Madrid,
porque fue él quien designó como sucesor al alcalde ahora imputado, porque
siempre trató de asegurarse que nadie supiese lo suficiente como para poder
cuestionar lo realizado, porque se apartó y acosó a una concejal que se atrevió
a votar en contra del despido de trabajadores (en cumplimiento de la ley
vigente) que luego fueron repuestos en sus puestos por sentencia de los
tribunales de Justicia, etc, etc.
Llegamos así a los acontecimientos del viernes pasado día 14 cuando se
intentaron todas las artimañas y se presionó en todas las formas posibles a la
concejala mencionada –Beatriz Arceredillo, hoy Alcaldesa de Parla- para que
renunciase a su derecho a presentarse bajo amenaza de expulsión del PSOE. No se
hablaba de los cargos contra ella, ni de qué artículos de la norma había
infringido, ni del preceptivo expediente, ni de su derecho de defensa, etc. Ni,
como seguro que estareis pensando, le fue comunicada semejante barbaridad en
tiempo y forma legal. Claro, solo se pretendía quebrar su ánimo. Que se
derrumbase. Tal cual señalan los manuales de Mobbing.
Y, a pesar de tanta indignidad y oprobio, aquí nadie se ha movido. La
práctica totalidad de la militancia y cargos continúan con la defensa numantina
del líder sin darse cuenta - ¿o sí?- de
que los tiempos exigen transparencia, decencia y ejercicio de la responsabilidad.
Aunque lo peor es que parecen no darse cuenta del daño que están haciendo con
tales actitudes a la institución PSM, al PSOE y, sobretodo, a la ciudadanía. O
¿no es cierto que todos ellos repiten como un mantra que la ciudadanía necesita
al PSOE? ¿Como explicar entonces el porqué hacen justo aquello que los aparta de
ella?
Y eso es lo que se echa en falta. No se
ve que el partido sea lo primero –como decía aquel de la tarjeta Black- no
parece que se entienda hasta que punto estos hechos son perjudiciales para
nuestros objetivos, para el éxito electoral, para gobernar. El ejercicio de la
responsabilidad, con la que amedrentan al militante, rara vez existe en los
líderes de cualquier nivel. Con honrosas excepciones como han sido las de Josep
Borrell y Constantino Méndez.
No puedo predecir el futuro y no sé si habrá más imputados, en el caso
Púnica o en otros, pero entiendo que, en el PSM han de exigirse
responsabilidades. La organización, sus militantes, la gente que nos sigue, los
ciudadanos que nos observan necesitan ver que se han cometido errores y se
asumen las consecuencias por ellos. Como en cualquier otra empresa.
Decir que ha habido un exceso de
arrogancia -con ser verdad- es no decir nada!
Conviene no olvidar que esta arrogancia –o el exceso de ella- lleva
existiendo muchos años y nos ha traído hasta aquí. Es el polvo que ha
precipitado este lodo.