Vaya día el 11 de febrero de 2015! No
recuerdo un día tan desconcertante y confuso. Donde emociones opuestas se
encontraban presentes al mismo tiempo. Alegría por el golpe de mano que
descabalgaba a la dirección del psm y temor por sus consecuencias y por las
causas inmediatas que provocaron la decisión e indicaron cual era el momento
oportuno.
¡Vuelve el tablero!. El de ajedrez, digo; no
el de otro juego más intuitivo o más simple. No. El tablero que vuelve es el de
los estrategas que trazan jugadas a largo plazo, capaces de descabalgar a
figuras todopoderosas y fijar un nuevo campo de juego. Lo del partido
socialista de Madrid es, salvando todas las distancias, algo parecido. No parece un simple órdago sino una jugada con
toda la enjundia dirigida a cambiar el tablero político en la región y aún más
lejos. El tiempo dirá si así ha sido, como siempre. En todo caso a mí me
gustaría que se tratara de esa gran
jugada de ajedrez que tanto necesita el
socialismo madrileño.
Analizando lo ocurrido lo primero que
alguien se pregunta es ¿Qué pasa en
Madrid?
No
hay una sola respuesta sino muchas, entre ellas :
La organización vive en una pura contradicción,
sus dirigentes hacen tan solo lo que conviene a su estatus político y personal
(ambos muy imbricados), lo que es conocido como mantenerse en el puesto lo cual lleva al PSM a la irrelevancia .
Esa irrelevancia propicia la desaparición del
partido –tanto de la agenda política como en la pérdida de militantes- mientras
nuevos partidos de todos los espectros pugnan por llevarse el cacho de espacio
cedido por el socialismo.
Se prometen cosas que gustan a bases y
votantes –un tipo de populismo- y luego hacen justo las contrarias, véase
primarias abiertas vs primarias cerradas y desvirtuadas de octubre pasado.
Se ha hecho de la organización un
instrumento desde el que otorgar favores en lugar de un referente ideológico y
lugar desde el que hacerse cargo de las cuitas de los ciudadanos.
Se hurta la posibilidad de una mayor
participación política de militantes y ciudadanos pues sin crítica no hay
pensamiento ni debate, por tanto no hay participación sino clonación.
Se lamina a críticos y díscolos. En esto los
ejemplos son innumerables desde hace años.
Se utilizan procedimientos orgánicos para
someter agrupaciones críticas con la gestión de la ejecutiva. Pero si estos
procedimientos, hasta ahora tan válidos, se les aplican a la citada ejecutiva
–como ahora ocurre- entonces carecen de legitimidad, son ilegales, etc, etc.
Se confunden las responsabilidades políticas
con las judiciales, obviando que alguien puede ser perfectamente inocente -incluso
no ser nunca imputado- pero en situaciones como la actual su presencia como candidato resulta
contraproducente para lograr el objetivo pretendido.
Y el colofón es la presencia continua en los
medios de comunicación debido a investigaciones policiales y judiciales lo que
genera un descrédito de tamaño monumental al coincidir con época electoral. Este
descrédito lleva aparejada la falta de confianza en la opción política
socialista y la desafección del votante y simpatizante.
Es aquí donde a mi juicio cabe enmarcar la
decisión de la Comisión Ejecutiva
Federal: en las responsabilidades políticas y en el descrédito para el partido
socialista. En Madrid, nadie con criterio se siente motivado para votar al PSM
de Gómez. No genera Confianza, pues los tres elementos de esta virtud no forman
parte –en este momento- del haber de Gómez. Esto quiere decir que no puede
aportar garantías de ser sincero, ni competente ni tiene credibilidad, ya que
el votante se pregunta ¿y si luego resulta imputado? ¿Resultaría que no había
dicho verdad?, ¿Qué no gestionó como es debido?. Todas estas dudas machacan la
mente del ciudadano mientras duren las investigaciones relativas a sus tiempos
de alcalde y la prensa publique noticias de las mismas.
Más la falta de estas tres cosas no es
atribuible a Ferraz ni a Sánchez ni a nadie más que a Gómez y su ejecutiva.
Nadie le impuso –y menos Sánchez- las decisiones que han contribuido a generar
su escaso atractivo electoral y su descrédito entre votantes y militantes. Un
ejemplo es el de gastar un dineral en un cartel con la leyenda Invictus que, cuando menos, indicaba que era imprudente, arrogante y
derrochador, tres cosas que el público no perdona. Nadie decidió por él –a modo
de tic-tac, tic-tac- el eslogan cada día un paso menos hasta la Puerta del Sol. Tampoco
nadie le indicó hacerse valedor de las primarias abiertas a la ciudadanía con
tal de ser visto como opositor interno a Rubalcaba para luego decir que donde
dije abiertas digo cerradas…tan cerradas que los otros candidatos ni
posibilidad tuvieron de entrar en liza. Ni hubo nadie que le impusiera esa
manera tan suya de evitar la más mínima crítica asegurándose de eliminar a todo
el que la pronuncie. Y cosa suya es el no realizar jamás análisis de lo que ha
ido mal –y oportunidades ha tenido de sobra- como si el PSM fuera una
organización al margen de todas las demás, tan al margen que lo que la ciencia
social indica para todas no resulta aplicable a esta. Del mismo modo que la
presencia en los medios debido a las investigaciones no es imputable más que a
decisiones tomadas en el gobierno municipal mientras él era alcalde aunque no
estuviese presente en la firma de los acuerdos.
Siendo todo esto remarcable no es de menor
importancia otra característica definitoria de su personalidad y su forma de
hacer. El victimismo o, en otras palabras, ir de víctima. Siempre huye hacia
adelante, la culpa es del resto de actores, de todos, cuantos más mejor. Él,
sus decisiones, sus equipos, nunca han tenido culpa de nada, sean unos malos
resultados, sea constituir gestoras en agrupaciones, sea llevar a la
organización a la máxima irrelevancia (siendo el máximo responsable de lograr
justo lo contrario), sea impedir la discrepancia, etc…siempre la culpa es de
otros.
Ahora tiene de nuevo una ocasión perfecta, y
no ha perdido tiempo de usarla, de definirse como víctima. Un papel que es
fácil explotar bien en los medios, incluso ante la ciudadanía. Pero en esta momento
hay un elemento diferenciador que no ha tenido en cuenta: el victimismo te
puede ayudar a llegar pero nunca te ayuda a mantenerte.
Por tanto, lo que hasta ahora ha jugado a su
favor para llegar a la máxima responsabilidad en la organización ya no le ha
ayudado a mantenerse.