domingo, 23 de marzo de 2014

PUEDO PROMETER Y PROMETO...¡Y CUMPLIÓ!


   Hoy ha fallecido Adolfo Suárez González, el primer Presidente de gobierno de la democracia del 78. Quiero dedicarle unas palabras, unos minutos de mi tiempo, rendirle un sentido homenaje.No soy periodista ni este es un medio de comunicación en el que deba de hacer un análisis serio y riguroso de su figura por lo que sabréis disculparme si mis recuerdos son mucho más personales.

   Comenzaré diciendo que durante un tiempo le tuve mucha manía a Suárez. ¿El motivo? pues que ya entonces me gustaba mucho la política pero....para todo y para todos era yo demasiado joven. Incluso para el Presidente  y la UCD que no permitieron votar a los jóvenes menores de 21 años. Todavía recuerdo el día de las primeras elecciones -junio de 1977- que pasé, sola, en la playa de Las Sinas en Vilagarcía de Arousa- quemándome como un camarón mientras todos mis amigos estaban en sus lugares de residencia, votando, contribuyendo al futuro. Yo, la bebé, me había tenido que quedar en Santiago compartiendo el día con el transistor. Decidí aplacar mi ira tomando el viejo ferrobús para ir a la playa.

   Más adelante, ya podía votar pero...Suárez no era mi candidato. Para mí tenía todos los defectos: era de centro y eso era una contradicción in terminis; era moderado y ¿cómo se podía ser moderado con lo que estaba ocurriendo?; era conciliador pero..¿cómo se podía conciliar con la derechona?; era un hombre del régimen...eso, encima, un ex-ministro del movimiento ¿cómo podía llevarnos a buen puerto?..;era guapo (decían todas...) pero para mí guapo era un hombre con barba, como tantos de la izquierda de aquellos años; era simpático, ah! no podía negarlo; conectaba muy bien con la gente, ah! tampoco podía oponerme; era valiente, ah! eso no se podía ignorar... Y así con cada una de sus virtudes...

   Recuerdo una escena del colegio electoral de mi aldea: yo discutía con un señor que a la sazón era el representante de la UCD para esa cita electoral  mientras que yo era miembro suplente de la mesa. Harto de mi negatividad me dijo "hasta que no te hagas la pregunta de qué hubieras hecho tú si te hubiesen encargado a tí de esto y te respondas, no estás capacitada para criticarle". Aquel hombre, además, me admitió que yo tenía razón en muchas cosas que le decía  (algo que los de izquierdas no eran capaces de reconocer en sus adversarios) pero, para él y los suyos, el Presidente desempeñaba un papel fundamental para el futuro. Que nosotros, los entonces jovencitos, tendríamos que continuar, me dijo. No olvidé lo que me dijo ese hombre, que todavía vive alejado de la politica.

   Muchos años después me ha tocado estar y participar en innumerables reuniones de grupos de base de partidos de izquierda. Siempre, siempre, hay alguien que denosta la labor de aquellas personas y se lamenta de todo lo que no hicieron o no hicieron bien. Yo me enfurezco y siempre tomo la palabra para defender la labor de todos ellos, incompleta, sí, como toda labor humana. Pero si son más mayores que yo ¿no se acuerdan del asesinato de Yolanda González? ¿tampoco de la matanza de los abogados de Atocha? ¿del ruido de sables? ¿de los grises entrando en tropel en las facultades? Y si son más jóvenes, al menos se acordarán del golpe de estado, frustrado, del 23F. De todo lo que estuvimos a punto de perder y gracias a personas de su generación conservamos.

   Ni que decir tiene que en el transcurso de mi vida, tanto por mi formación como psicóloga y Coach, como por mis actividades políticas he tenido ocasión de participar  en el entramado de los partidos, la toma de decisiones, elecciones y de estudiar el liderazgo. Y, atando cabos, he podido también reflexionar sobre lo que mi paisano me dijo aquel día de elecciones -por cierto eran las de 1982 que ganó Felipe, mi candidato-. He comprendido que él -y no yo- tenía razón, he comprobado como Suárez fue un líder extraordinario, un hombre cabal, que tenía las características que los psicólogos atribuyen a un líder. 

   Por mencionar solo algunas: Visión ( él había estado allí, en el lugar al que quiso llevar a los españoles); inspiraba confianza (tenía sus tres patitas: sinceridad, credibilidad, competencia); tenía empatía y proximidad con la gente; sus emociones sabía integrarlas y enfocarlas al objetivo (es paradigmático en este sentido su manera de estar, su corporalidad, mientras se enfrentó a Tejero en el Congreso); era generoso y sabía ponerse en el lugar del otro (supo ponerse en los zapatos de todos, incluídos sus adversarios, y legalizó el partido comunista entendiendo que sin integrar a las izquierdas el futuro de este país no sería tal); estaba totalmente comprometido con el objetivo ("puedo prometer y prometo"); no buscaba un lucro personal (dijo que se iba cuando entendió hasta que punto estaba solo y no quiso ser un estorbo);tuvo que afrontar muchos imprevistos y a todos les hizo frente, acertando en unos y errando en otros, pero no se arrugó.

   Y lo que en aquel tiempo me parecía una ecuación mal planteada destinada al fracaso veo, ahora, que fue el mayor acierto. Cambiar desde dentro, sin derramar una gota de sangre, integrando al contrario, siendo generosos, cediendo. Si hubiese venido alguien ajeno al régimen no es que no lo hubiera podido hacer bien, es que no se lo hubiese permitido el ejército. Hubo momentos muy duros, en que pasamos mucho miedo, en que dormíamos pegados al transistor pendientes de cómo transcurrían las manifestaciones en Madrid, donde casi cada día había muertos por la extrema derecha y la policía. Eso que ahora vemos en Ucrania, Venezuela, en una época de mi vida fue lo habitual; los jóvenes siempre teníamos miedo, no solo de la policía sino de que las cosas se truncasen, en nuestro pensamiento estaba siempre escapar, irse al extranjero, si las cosas venían mal dadas, si esto, si lo otro. Ese fue el tiempo del Presidente Suárez.

   Pero, a pesar de ello, hizo cosas extraordinarias: Pactos de la Moncloa, reforma fiscal, ley del divorcio. Quien piense que fue fácil se equivoca completamente. Lo que él y la generación de la transición no han hecho o cada uno considere que han hecho mal, SE PUEDE HACER AHORA. ¿Qué nos lo impide?. ¿Quién? Da toda la impresión de que somos todavía unos bebés políticos a los que hubiera gustado que sus papás (los de la transición) hubieran dejado todo hecho para toda su vida. Pero esto es imposible, en cualquier ámbito de la vida, nunca todo está hecho, siempre estamos sujetos al cambio, en cada ocasión toda la responsabilidad es solo nuestra.

   Nuestros mayores, como el Presidente Suárez, nos han dejado un legado, no una herencia. Que cada cuál reflexione sobre las diferencias entre estos términos, piense si quiere tan solo aceptar una herencia que podrá dilapidar o, incluso, destruir o bien reconocer un legado que está ahí como punto de partida para mejorar la vida de todos y sobre el que hay que trabajar día a día para hacerlo crecer. Yo me apunto al legado, me siento vinculada con lo recibido de las gentes de aquella época extraordinaria y difícil, y mi compromiso es continuarlo y hacerlo más fuerte. 

   En Coaching decimos que no existen las casualidades. Y seguramente no es casual que el fin de la vida del Presidente Suárez tenga lugar al día siguiente de la más grande manifestación en este país (después de la posterior al 23F) con la gente reclamando dignidad, lo mismo que reclamaban cuando él llegó. Quizás la frase redonda que F.Ónega le escribió se cumpla también con su muerte: podía prometer, prometió y cumplió...