viernes, 10 de octubre de 2014

SAINETE



Dudaba antes de comenzar a escribir sobre cómo podría calificarse la actuación de las autoridades políticas y administrativas en el asunto Ébola. Pensé en un primer momento que estábamos ante un sainete aunque no acababa de decidirme ya que le falta su nota de humor –más bien tiene un carácter trágico- que suelen tener estas pequeñas piezas dramáticas. Vino en mi auxilio el Diccionario de la RAE que muestra, entre las acepciones del vocablo, la americana de Argentina, Cuba y Uruguay, países en los que un sainete es un acontecimiento o situación grotesca o ridícula y a veces tragicómica.

En este acontecimiento se dan las características que en nuestra cultura se atribuyen al sainete. Entre ellas está añadir peripecias y acciones varias que, sumadas a la línea argumental inicial, no llegan a variar el final de la misma a pesar que, por el camino puedan provocar, chocar, a veces divertir, sino que resultan ser más de lo mismo..

Eso es, precisamente, lo que ocurre en este caso desde que el lunes saltó a la palestra y fue conocido por la ciudadanía a través de los medios de comunicación tras una rueda de prensa de la ministra responsable. Aunque es preciso advertir que el sainete comenzó antes, incluso, mucho antes de ese momento.

Comenzó el día en que alguien, E.Aguirre, desmontó el Hospital Carlos III, el único de referencia en nuestro país para enfermedades infecciosas y tropicales. Era de referencia pero no era del máximo nivel (Nivel IV) sino solamente de nivel III. Desde entonces nadie ha reflexionado sobre la irresponsabilidad que supone que un país como España, que es la puerta de entrada de África hacia Europa –hay otras puertas pero ninguna tan directa-, no cuente con un centro especializado en este tipo de problemas sanitarios para atender las crisis sanitarias como la actual y hacer investigación. O eso parece, al menos.

Continuó los días –muchos- en que nadie del mundo político, representantes electos en el Parlamento y en la Asamblea de la CAM, cada uno en función de su ámbito de competencias, reclamó la perentoria necesidad de que nuestro país contase con un centro de referencia de máximo nivel –nivel IV- para tratar este tipo de enfermedades.

Siguió el día en que la máxima autoridad sanitaria de este país –la Ministra Ana Mato- decidió traer a los religiosos infectados por la enfermedad a sabiendas de que no existía un centro de referencia con los medios imprescindibles –personal debidamente preparado y medios técnicos de máximo nivel y protección- preparados para tratarlos.

Prosiguió con la falta de formación especializada al personal sanitario que iba a atender a los religiosos. En Alemania, incluso en Cuba, se les prepara de forma exhaustiva, durante un tiempo amplio (5 días según algunas informaciones), además de proporcionarles los mejores EPI (Equipos de protección individual).Ahora estamos viendo como en prensa se refleja el hecho de que los trajes de nuestros sanitarios eran de nivel 2 siendo el nivel 4 el necesario para protegerse contra el Ébola.

Se extendió el sainete con peripecias como la actuación de la Fiscalía, a la que habían acudido los trabajadores de La Paz quejándose de la falta de medios técnicos y preparación para atender esta enfermedad, y el juez no atendieron sus quejas, investigando sobre su contenido y la obligación legal de los responsables sanitarios sobre todos los aspectos del problema planteado. Como consecuencia directa de este mirar para otro lado la ciudadanía quedó desprotegida a pesar de que la Fiscalía es el órgano especializado encargado de velar por el cumplimiento de las leyes vigentes. No me cabe la menor duda que una actuación más decidida por parte de estas instituciones hubiera evitado alguno de los problemas que hoy tenemos.

Se extendió la peripecia cuando las autoridades sanitarias interpretaron de forma laxa el protocolo de la OMS que manifiesta que sus indicaciones no impiden otras que puedan tomar los gobiernos, o lo que es lo mismo, les está atribuyendo carácter de mínimos y autorizando a los gobiernos para establecer más. Cosa que ni el gobierno ni la CAM hicieron. Esto se ve claramente en las manifestaciones que señalan que como la enfermera no tenía el grado de fiebre establecido en el protocolo OMS -38,5 grados- no pensaron en el Ébola. Se saltaron las más mínimas reglas de la prudencia pues si había posibilidad de contagio de Ébola cualquier gradación de la fiebre debería de haber alertado.

Siguió aumentando el día en que, tanto el Servicio de Protección de Riesgos Laborales de la empresa a la que pertenece la trabajadora, como los delegados de salud que la representaban, actuaron alegremente no dando importancia a las quejas de la trabajadora que les llamó indicando que tenía algo de fiebre y, en lugar de aconsejar su ingreso inmediato, la remitieron a su ambulatorio y, más tarde, a su hospital de referencia. Es decir, actuaron saltándose la legislación de riesgos laborales que indica que si bien no pueden evitarse totalmente los riesgos el objetivo es tratarlos para minorarlos lo máximo posible. En este caso las actuaciones que conocemos demuestran que no hicieron sino aumentarlos.

Y continuó –continúa- con la deleznable actuación del Consejero de Sanidad de la CAM y de diversos responsables de la misma que han tenido actuaciones indignas de los servidores públicos y de los responsables políticos cuyo sueldo sale de los presupuestos públicos y, por tanto, de los impuestos pagados por todos. Entre éstas destaca que, tanto el médico como la paciente contagiada, se enteraron por la prensa de que el segundo test había dado positivo. Le siguen hechos como que los equipos de protección adecuados comenzaron a distribuirse cuando ya llevábamos 4 días con el problema, de que no se ha dado de baja a los sanitarios del hospital al que acudió la paciente, no se ha tranquilizado a la ciudadanía con información seria, rigurosa y continuada, que no se sabe quien hay al mando, que aquellos que toman la palabra y parece que están al mando no dicen más que lugares comunes, expresados con inaudita tosquedad e injusticia, etc, etc.

Y, mientras todo esto continúa y me temo que permanecerá un tiempo, aquí solo hay una heroína y un héroe –por ahora- que son la enfermera Teresa Romero y el Dr. Parra. La primera por arriesgar su vida por ayudar al prójimo sabiendo que contaba con mínima ayuda por parte de su empresa. El segundo por arriesgar su vida al atenderla y ser el único que se hizo cargo de la situación y comprendió su relevancia, también por preocuparse de cuidar a sus compañeros de trabajo evitando en lo posible su aproximación a la paciente y demandando de forma rotunda equipos de protección de máximo nivel.

Por hacer esas cosas ella, la paciente, además de luchar por su vida, está siendo denostada con una auténtica campaña difamatoria que tiene el hedor de tiempos que creíamos olvidados, donde la víctima es siempre la culpable. Él, el médico del servicio de urgencias, ha tenido que ingresar a petición propia, tras viajar en transporte público, en el Hospital Carlos III como medida preventiva porque a nadie –repito: a ninguna de nuestras autoridades- se le ha ocurrido que este médico tras 16 horas de atender a su paciente, sin equipo de protección adecuado, y me temo que también sin formación adecuada, pudiera no solo haberse contagiado sino poner en peligro de contagio a todos los demás pacientes que pudiera atender durante los 21 días que tarda en contagiarse la enfermedad.

Con todos estos elementos de incompetencia, caspa, mugre, doble moral, machismo, clasismo, echar balones fuera, soberbia, estereotipos sociales…lo dicho.. ¿Es o no es un sainete?