Acaba una semana llena
de dimisiones: Meyer, Álvarez, Rubalcaba, todas ellas siguiendo a la
más sonada, la del Rey Juan Carlos. Es como si toda la realidad que
nos envuelve desde hace más de 30 años se esfumase en un momento
dejándonos la sensación de que todo se desmorona como un castillo
de naipes que, al quitar uno de ellos, produce la caída del resto.
Hasta tal punto
teníamos la sensación de estar dentro de un velo, podríamos
llamarle el velo de la transición, que ahora todo nos parece nítido,
con relieves, aristas. Y es que estas personas que menciono llevaban
todas ellas mucho, muchísimo tiempo, en política. Casi desde el
mismo comienzo de la transición. Se van por distintas causas, pero
se van. Dejan hueco para otros, lo que -por razones de salud
democrática- debieron de hacer mucho antes. Lo saludable en
democracia es servir, al otro, al ciudadano, al país. Y solo durante
un tiempo -no muy largo- para no acostumbrarse y perder la
perspectiva pero también para que otros ciudadanos tengan también
su oportunidad de entregar parte de su vida a la sociedad.
Con el ejercicio largo
de las responsabilidades políticas se descapitaliza la política y,
por tanto, nuestra democracia. Se hace tapón y generaciones enteras
que quizás pensaron servir durante un tiempo en lo público no
pueden hacerlo; quedan así dispuestos tan solo los peores, aquellos
que no encuentran otro acomodo y tienen tiempo de esperar momentos
mejores; son parte de lo que alguien denominó la clase
extractiva.
A mi juicio ha sido la
irrupción de Podemos y la dimisión del Rey los dos factores que han
desencadenado esta concatenación de hechos. Podemos se constituyó
en movimiento y se presentó alas elecciones por la negativa de IU de
afrontar estas con unas premisas más actuales, nuevas, democráticas
como por ejemplo celebrando unas primarias. Algo que tan solo 3 meses
después todo el mundo considera imprescindibles en la propia IU.
El Rey dimitió por
una serie de razones entre las que se encuentra la imputación de su
hija Cristina. Esta imputación se esperaba y quizás la más que
posible llegada al parlamento de un partido como Podemos,
decididamente republicano, el cambio en la opinión pública que no
confía en la monarquía, aceleraron el proceso.
Una vez Juan Carlos
fuera no quedaba más que agiornar los dos grandes partidos
que han sostenido nuestro sistema político a lo largo de estas
décadas y que han perdido muchísimos votos y credibilidad,. En el
PSOE Rubalcaba se va de SG, convoca Congreso Extraordinario y ahora
abandona el parlamento. El partido en el Gobierno se supone que
espera hacer pequeñas reformas que pueda disimular como derivadas de
los puestos que obtenga en Europa.
Ello no impide que uno
se pregunte...¿qué está pasando aquí? Pasa tan solo eso o se
trata de algo más? Pienso que aunque pasara solo eso que he
explicado linealmente, ya estaría pasando algo más. Basta responder
a la pregunta ¿porqué pasa ahora y no ha pasado antes? Pasa ahora y
no antes porque la población, al hilo de los tiempos, ha despertado.
Ya no basta con hacer promesas, con pintar un futuro muy bonito,
ahora la gente exige saber cómo lo harán más que cuando lo
harán. Tanto paro y estrecheces han hecho que nadie confíe en las
buenas intenciones; con esta actitud muchas de las formas de relación
con la ciudadanía han quedado sin valor y, con la misma rotundidad,
se demanda personas en las que poder confiar y que sean capaces. Se
necesitan cambios, caras nuevas, nuevas formas de ejercicio del
poder, nuevas formas de vincularse con sus representantes. Eso es lo
que lleva inexorablemente a que los actuales abandonen.
Las personas citadas
más arriba han sido capaces en su momento, se ha confiado en ellas
pero los últimos tiempos han perdido ese fervor del pueblo, por
diferentes causas, y no han tenido éxito en conducir este país por
el camino del progreso. Han tenido, además, errores manifiestos
algunos de ellos. Así que, perdida la confianza, a un servidor
público no le queda más que irse a su actividad de origen o
jubilarse.
Ahora estamos en pleno
proceso de sustitución y recambio. Ya hay un nuevo Rey y en el PSOE
habrá nuevo Secretario General en unos días. Hasta ahora se está
desarrollando el proceso de una forma abierta, democrática,
totalmente nueva en nuestro país, venciendo inercias muy
incrustadas. Al menos en lo referente a la organización de la
campaña, debates, avales, posibilidad de votar en lugares distintos
a la agrupación de pertenencia (lo realizado hasta el día de hoy).
Por no mencionar que es la primera vez que se elige al SG por toda la
militancia, si bien es de forma indirecta.
Pero todos estos
avances podrían quedar muy pronto olvidados si aquellos que arriban
nuevos para sustituir a la generación que se aparta no tienen en
cuenta cómo fueron las circunstancias de la llegada al poder de los
que les han precedido, no tanto para no repetirlas sino para saber
desde donde les mira la ciudadanía. Porque les va a medir según
aquello que tuvieron, tanto si fue bueno como malo. Hacer tabla rasa
y pretender que el pasado no existió no sirve da nada.
No han de olvidar
también que la política exige la participación -de todos-, que
ésta es un derecho fundamental establecido en nuestra Constitución
y que para que todos puedan participar al máximo nivel posible es
necesario, entre otras cosas, que nadie se extienda en el ejercicio
del poder. Esto implica legislar la limitación de mandatos, formas
de elección de candidatos abiertas a todos los ciudadanos, voto
directo de la militancia en la elección de los responsables del
partido y en las grandes cuestiones que afecten a éste.
Todo un camino,
interesante,intenso, exigente, que se abre ante nosotros.
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